Las personas que se encuentran poco ocupadas son mucho más propensas que otras a experimentar problemas recurrentes de salud mental. Además, nuestro sentido de identidad surge en gran parte en relación al trabajo que llevamos a cabo, sea voluntario o remunerado.
Ayudar a las personas a encontrar y mantener un buen empleo, una buena educación, u otras actividades que consideren relevantes debería ser un objetivo central en salud mental. La mayor parte de las personas que experimentan psicosis desean trabajar pero, en España, esta parte de la población es la que tiene las tasas de desempleo más elevadas llegando al 85,7%. (ODISMET, 2016) Este es un dato altamente revelador, dado que hay pruebas que demuestran que encontrar o volver a un trabajo con sentido o a otra actividad valiosa para la persona puede tener un impacto positivo mayor que cualquier otro tratamiento.
En ocasiones, las personas necesitan ayuda para conseguir un empleo y es fundamental que los servicios puedan dar apoyo en este ámbito. Si la persona no es capaz de llevar a cabo un trabajo remunerado, realizar un trabajo voluntario u otra actividad con significado puede ser igualmente importante. De nuevo, cada persona es diferente y es muy importante ajustarse a los tiempos y circunstancias específicas de cada uno.
Es fundamental que las personas puedan hablar y pensar sobre sus experiencias en un ambiente tranquilo, de apoyo, y sin ser juzgados. Es la base para cualquier forma de ayuda y debe ser lo primero que oferte cualquier profesional o servicio. A menudo, esta oportunidad es lo más importante que cualquier profesional de salud mental puede hacer. La psicoterapia, también llamada terapia psicológica es, en esencia, una oportunidad más formalizada para que las personas hablen y piensen sobre sus experiencias. Esto ayuda a que las personas puedan dar sentido a sus experiencias, descubrir lo qué significan para ellas, y encontrar lo que sea de ayuda. Comprender psicológicamente las experiencias psicóticas al igual que entendemos otras experiencias humanas.
Los diferentes enfoques teóricos también se ajustan a diferentes personas, dependiendo de sus preferencias, y de lo que parece mantener el problema. Sin embargo, en última estancia, toda terapia psicológica se sustenta sobre una relación de confianza y de trabajo colaborativo, entre el terapeuta y la persona. En algunos casos, ese es probablemente, el componente más importante y es capital que las personas encuentren un terapeuta con el que se sientan cómodas.
Muchas personas encuentran que la medicación es útil, particularmente en las crisis agudas cuando las experiencias se pueden sentir como abrumadoras. Ésta puede reducir la intensidad de las experiencias y ayuda al hacerlas menos perturbadoras. También puede ser útil para un periodo posterior, o incluso a largo plazo, por hacer que las experiencias resulten más manejables y para reducir la probabilidad de que aumenten en severidad o intensidad.
Encontrar el tipo de medicación que mejor parece funcionar para una persona concreta, con los mínimos efectos indeseados, puede llevar un tiempo. Todos tenemos ligeras diferencias a nivel químico y diferentes personas reaccionan de modo diferente a la misma medicación.
También hay que tener cuidado con algunos mensajes. Por ejemplo, la idea de que la medicación es la que hace que las cosas mejoren puede inducir la creencia engañosa de que es poco lo que las personas pueden hacer para ayudarse a sí mismas.
En definitiva, se trata de una parte importante del tratamiento, entre otras muchas cosas que pueden ayudar, pero no debemos perder de vista que el tratamiento debe facilitar que las personas puedan llevar la vida que quieren llevar y no limitarse exclusivamente a la reducción de los síntomas.
La comunidad es la fuente más importante de ayuda para muchas personas. Cualquiera que sea la naturaleza de las dificultades, las cosas más importantes son aquellas que todos necesitamos: las relaciones de apoyo, una vivienda adecuada, vernos libres de dependencia económica y de otras preocupaciones, tener ocupaciones relevantes y que nos den un sentido o desempeñar un papel valioso dentro de nuestro entorno grupal.
Aunque los vínculos personales algunas veces pueden ser difíciles y estresantes, los familiares y amigos son también la fuente principal de ayuda y apoyo, incluso en las personas que viven solas.
Los familiares y allegados a menudo no saben cómo ofrecer una ayuda eficaz. Algunas veces, el intento de ayudar puede resultar frustrante y difícil. No es raro que se pueda llegar a ser crítico o incluso hostil con la persona, o responder intentando cuidarla o protegerla en exceso.
Aunque estas reacciones son comprensibles, y a veces puede resultar de ayuda a corto plazo, a largo plazo puede ser agotadora y de escasa ayuda para todos. Cualquiera de estas actitudes (ser muy crítico o sobreimplicarse) han sido descritas con el término «alta emoción expresada». Por el contrario, cuando los familiares y amigos pueden mantener una atmósfera relajada y calmada en casa, se puede marcar una diferencia en la recuperación de la persona.
Es de máxima importancia que los servicios ofrezcan información y apoyo no sólo a la persona que experimenta la psicosis, sino también a su entorno. Puede resultar muy confuso y estresante intentar ayudar a un miembro de tu familia que está angustiado por voces o creencias extrañas, y los familiares y amigos necesitan apoyo por derecho propio. Incluso aunque la persona no desee que su información personal se comparta con los familiares, los servicios pueden brindar información general sobre los problemas que está experimentando y sobre lo que puede ayudar.
Una buena relación con los profesionales es esencial para el proceso de recuperación. Ello supone compartir un marco de referencia basado en el respeto, en el que se puedan compartir las diferentes dificultades sin temor a ser juzgado.
Para facilitar este encuadre de colaboración son fundamentales la escucha activa y el respeto a las creencias de las personas sobre la naturaleza de sus experiencias. Algunas personas consideran sus dificultades como una enfermedad médica, algunas las ven como una reacción a los sucesos que ocurrieron en su vida, algunas como experiencias espirituales, y otras como una combinación de éstas.
A veces, el rechazo a considerarlas como una enfermedad se considera una falta de conciencia de enfermedad, a veces incluso como una parte de la enfermedad. Así, es importante conservar una actitud abierta y apoyar a las personas para que lleguen a una comprensión propia de su situación particular y no insistir en que se acepte un único marco concreto de entendimiento.
Muchas personas se acercan a los servicios sin estar seguros sobre cuál es el mejor modo de entender sus dificultades. Por ello, resulta fundamental que los profesionales les puedan asegurar que no están solos en sus experiencias y que hay ayuda accesible.
Por último, es importante recordar que no a todo el mundo le ayuda el centrarse directamente, al menos en un primer momento, en sus experiencias o creencias inusuales. Quizás la persona prefiera dirigirse a otros aspectos de su vida como, por ejemplo, encontrar trabajo, mejorar el estado de ánimo o trabajar en el desarrollo de las fortalezas que ya disponga. Una vez que alguien es consciente de lo que tiene a su disposición, se encuentra en una posición más favorable para elegir lo que podría resultarle de ayuda y es importante que pueda ejercitar su capacidad de elección siempre que sea posible.
Centrarse en los propios intereses y objetivos de la persona puede resultar muy útil. Aunque para ello no siempre sea necesaria ayuda externa, los profesionales pueden ayudar a identificarlos, planear cómo conseguirlos y cómo lidiar con las dificultades en el camino.
Las perspectivas psicológicas, pueden ayudar a identificar las preocupaciones asociadas a los nuevos retos que se presenten. Diferentes aproximaciones de rehabilitación cognitiva también pueden ayudar a las personas a mejorar la resolución de problemas, la memoria, las habilidades para planificar y el trabajo hacia objetivos que la persona realmente necesita o desea.
Así como quienes padecen dificultades físicas requieren una adaptación del entorno o utilizar prótesis, las personas que padecen experiencias o creencias estresantes de forma continuada, pueden necesitar también una ayuda mantenida. Por ejemplo, a la hora de hacer determinados planes, ayuda práctica en temas domésticos, asesoría en prestaciones y recursos o apoyo en aspectos emocionales.
El período de mayor sensibilidad para la aparición de las primeras experiencias psicóticas está comprendido entre los 16 y los 23 años, momento en el cual se desarrollan aspectos sociales y de la identidad fundamentales de la persona. Entre ellos sus relaciones más significativas entre iguales y la elaboración de un proyecto de vida, formativo y laboral.
La intervención temprana intenta reducir o prevenir la severidad de los problemas antes de que éstos se desarrollen plenamente. En la actualidad se están empezando a crear recursos que se especializan en ofrecer ayuda a los jóvenes que comienzan a experimentar problemas por primera vez. Reducir al máximo la ruptura biográfica que puede suponer la experiencia psicótica puede facilitar enormemente el proceso de recuperación y un mejor pronóstico.